Capítulo I
LA FAMILIA GONZÁLEZ
En el Edo. Miranda en la ciudad de Barlovento existe
un pueblo llamado San José de Río
Chico, tierra fervorosa de fulias y tambores, un
territorio caliente de personas color canela, nobles y temerosa de Dios, nombre dado por nuestros ancestros desde la época
Colonial, gran productor de Cacao con variedad de
poblaciones, en el sur de San José esta el Barrio Santa Eduviges hogar de
múltiples familias, una villa pequeña, tranquila de personas honestas llenas de
costumbres que forman parte de quienes son, sus casas hechas de Hormigón, ladrillo, Tapia, Bareque identifica una mera forma de
vida, zona rural con calles de asfaltos y otras de tierra con diversas avenidas
que se entrelazan entre sí.
Esta historia le pertenece a
la familia Gonzales personas de campo
apacible y honestas, integrados por El Sr. Pablo, un agricultor nato, Petra su esposa,
ama de casa y sus seis hijos, dos niñas y cuatro jóvenes, como
jefe de
la casa se levanta primero, y despierta a su esposa, por ser muy temprano le da
tiempo de escoge las herramientas más idóneas para una labor en la hacienda, cuatro
machetes, una vara dividida en tres partes con una punta cortante y cinco canastos,
la Señora Petra entre tanto está en la
cocina, preparando una variedad de arepas rellenas, luego de terminar ella lo
coloca en la mesa con una jarra de café y un palto de mantequilla, en seguida cruza
la pequeña sala hacia el cuarto compartido de tres niños, levanta lo único que
privatiza la habitación, una cortina de tela gruesa, se acerca a la primera
cama y susurra al oído del ocupante;
¾
¡Domingo Mijo…, levántese..,,!
— Sacudiéndolo suavemente el hombro de su hijo mayor, un
adolecente de trece años, — ¡Parece pues!
¾
Humm.,, ma…, ¡ya va¡ —En tono perezoso, —¡Siempre yo! —Rezongando entre dientes.
El joven aunque quejumbroso
es muy parecido a su padre, por lo tanto se asea y salé de la habitación con su
ropa de campo, después de un desayuno resuelto y una sencilla despedida, en una
carreta atado a un viejo burro se encauzan al conuco, allí el Sr. Pablo
continua con lo que no había terminado el día anterior, limpiar las plantas de plátanos, topochos y cacao, su
hijo por su parte cultiva la de caña de azúcar, mismas divididas por parcelas
pequeñas, al culminar cruza al otro terreno para recolectar naranjas ya maduras.
Después de varias horas de trabajo, en que la última cesta de naranja es
ubicada con las otras tres, el joven se encamina a la siguiente parcela de
topochos, allí su padre con un alargado instrumento afilado esta halando el
monte parasitante.
¾
Pa…, — Habla Domingo.
¾
Hum.., —Contesta el Sr. Pablo quien se detiene para sacar de su bolsillo un
pañuelo pasándolo por su frente.
¾
El tiempo está caliente…, y tengo hambre, — Tocándose el estomago en forma circular.
El Sr. pablo mira para el
cielo y se percato que el sol estaba alto, lo que anunciaba que era hora de
volver al hogar, ya que su costumbre al igual que muchos es dejar de laborar
cuando se llega al mediodía, colocaron lo que faltaba de la cosecha en la
carreta, recogieron sus herramientas y ordenado el conuco se van lentamente por
el sendero del Tuerto siendo la vía más corta, entre tanto en la casa González,
la Señora Petra al calor del fogón, prepara el almuerzo, a su vez, los
muchachos, Juan de doce alimenta los cochinos, Pedro de diez esta en el
gallinero recogiendo los huevos y Pablo Jr. de siete busca cilantros en el gran
patio trasero, las niñas con sus vestidos de
flores amarillas y peinados de trenzas no son sometidas a ninguna labor,
por ser hembras y pequeñas el Sr. Pablo no le gustaba, por ellos se encontraban
jugando al frente de la casa, con sus muñecas de malva de maíz y otros
juguetes.
Capítulo II
LA SRA. JUANA
El sol parecía menguar, ya
habían pasado las doce, las niñas continúan jugando con sus muñecas.
¾
Toma, toma, — Dice Titani, pegándole a la
muñeca con sus pequeñas manos.
¾
¡Eres la más linda!, — Comenta Clotilde al mecerla de un lado a otro entre sus brazos.
En ese momento por el
sendero en dirección a la casa González, se aproxima una mujer de edad
avanzada, piel oscura, encorvada, bastón en mano y una taza vacía en la otra, la
anciana llega hasta donde están las niñas, entonces con su voz áspera y ronca
pregunta:
¾
Buenas, muchachitas, — Manifiesta con un tono frio y seco.
¾
Hola seño Juana, — Respondió Clotilde.
La mujer al notar que la otra
niña no contestaba se molesta y en entonación imponente le dice:
¾
¡Y usted muchachita no
sabe saludar!
Titani la mira, sube y bajas
sus hombros en señal de indiferencia y continúa jugando, la Sra. Juana la mira
con ferocidad, le tuerce los ojos dirigiendo su atención a Clotilde.
¾
¿Su madre, ta hay? — Pregunta con el acento que la caracteriza.
¾
Si, —Replica Clotilde
La Sra. Juana mueve la
cabeza intentando ver hacia la sala, aprovechando que la puerta entre abierta
sin observar nada, grita;
¾
¡Petra!..., ¡Petra!,
¾
Dígame, —Contesta la señora de la casa mientras se acercaba a su entrada.
¾
Buenas, —Dice la Sra. Juana.
¾
¡Ha! ¿Cómo esta seño Juana? — Inquiere la Sra. Petra
curiosa, — ¿Y eso mujer que
hace por acá?
¾
Bueno, vine pa ve si
podía regalarme algo de sal, — Responde la Sra. Juana con taza en mano moviéndola ansiosamente.
¾
¡Sal!, — Repite Petra con extrañeza
y sospecha.
Un fruncido seño era su
propia señal de que algo no andaba bien, según la creencia del lugar, no se
debe regalar sal porque es de mala suerte, aunque ella es escéptica su marido
no, y siempre le ha dicho que esa mujer tiene reputación de ser una bruja, y si
ella le arrojara sal de su propio hogar a su cara la dejaría ciega, — Palabrerías, — Se dice para sí, por otra
parte la mujer siempre le ha caído muy mal, en especial cuando ella llegó a
vivir al pueblo, siendo esta una de las que critico su relación con su esposo.
¾
¡No hay! Se me acabo, Pablo vendrá por ai, sí trae yo mando a
una de las muchachas pa que le lleve.
¾
Pero ma.., — Rompe Titani el
silencio que tenía desde hace rato, — Yo vi sal en la
cocina, — Continua la misma niña de forma imprudente.
Petra se vuelve hacia la
niña con una mirada feroz y fugazmente abriendo los ojos como platos,
diciéndose a sí misma “cállate muchacha bruta”, Esta se percata de su enojo y
se asusta, apuradita se levanta entrando a la casa, en ese instante la señora
Juana se da cuenta que la mujer no era una apática en las superstición, como le
decían por allí.
¾
Bu..,, bueno mija que mal, — Con voz titubeante
se despide, — Me voy, salúdeme a pablo.
Clotilde que se quedo allí observando como la
señora caminaba deprisa, nerviosa y tropezándose con el bastón tirando la
taza al suelo.
¾
¡Ma! la seño se va a
caer, —¡Mira! —Señala.
¾
Si mija, ya lo veo, — Responde Petra echándole un
vistazo con recelo.
Al cabo de media hora llega
el Sr. Pablo y su hijo Domingo a su hogar, cruzan el umbral y el Señor ve a su
mujer y con algo de cansancio en la voz le saluda;
¾
Como le va mi vieja.
¾
Sion ma, — Habla al poco rato Domingo.
¾
Dios lo bendiga mijo, — Contesta Petra
tocándole la cabeza a su hijo.
La esposa le cuenta los
extraños sucesos del día a su marido de la visita de la anciana y su raro
comportamiento.
¾
¿No vio que echará algo por ahí?, — Pregunta con algo de
molestia en el asunto.
¾
¡No!, viejo no, solo se fue, — Dice su señora.
El
hombre asienta la cabeza en señal de calma pero la desconfianza era un
animalito que jugaba con su cerebro, con una lámpara de aceite da un paseo por
los alrededores de la casa en busca de algo raro, al no ver nada se tranquiliza
y solo después de encender los faroles exteriores entra a su hogar para su
respectivo descanso.
Dos
días después, al llegar el anochecer, como es usual, todos están juntos en
familia, la Señora Petra estaba tejiendo canastos para la siembra, su esposo
afilando los machetes, los muchachos jugando barajas y las niñas intercambiando
vestidos de sus muñecas, al poco tiempo se van a dormir, todos estaban en cama,
de pronto; -¡PAN!, suena un golpe seco, la Señora Petra se levanta bruscamente,
¿¡Dios que es eso!?, luego el silencio, el único sonido que seguían en la
habitación eran los ronquidos de su esposo, al cabo de un momento, aunque un
poco nerviosa se adormece, al día siguiente, le comenta lo sucedido a su
marido, preocupado y pensativo se va al conuco, el transcurso de la mañana fue
colmado de malos ratos, una cruz que estaba en la sala se cayó sin razón
aparente, la Sra. estaba malhumorada, con dolor de cabeza, por intervalos de
tiempo perdía la paciencia por cosas insignificante, si las niñas preguntaban
tonterías o que jugaran en la sala, los muchachos estaban más atolondrados de
lo habitual, el siguiente día fue más sereno no hubo eventualidades de
importancia, pero esa noche, cuando fueron a descansar, al marchar las horas se
escuchan ruidos provenientes del techo, —¡Pas! —Un golpe seco seguido por un
arañazo.
¾
¿Viejo, que es eso?, — Inquiere la
Señora Petra quien primero se despierta.
¾
¡Qué.., que…, ¿Qué pasa vieja?, — Escuche —¡Rass! ¡Rass!
Suena de nuevo.
¾
¡Parece un pájaro! — Deduce el
señor aunque un poco adormilado, como el calor los cubría los dos cuartos
frente al principal y contiguo uno del otro, tenía las cortinas abiertas por
ello no le fue difícil echar un vistazo hacia sus muchachos, estos no se
percataron de nada, ya que seguían dormidos.
¾
¿En el techo?; — Inquiere la señora Petra.
¾
Voy a ver pa fuera, — Toma una escoba y salé al patio de atrás.
Estando afuera, revisa los alrededores y al no
encontrar irregularidades, continua en los sobresalientes del techo, el hombre agita su escoba en
las cubiertas de cinc y al no hallar nada decide entrar a su hogar.
¾
¡¿Qué paso viejo?! ¿Que vio? — Pregunta
ansiosa su esposa.
¾
¡Na a!, ¡ya paso! —Responde muy
intrigado, pero reservándose las sospechas que tenia.
La
Sra. Esta vez se levanta antes que su marido, algo desganada sin energía por no
poder dormir, haciendo el desayuno mientras su esposo se despierta.
¾
¡Buenos días vieja! — Le expresa
su esposo que tenía cinco minutos levantado, este observa a su esposa actuar como sonámbula, — Buenas, ¡Vieja! —Tratando de captar su
atención.
¾
¡Ha! , Buenas viejo, — Dice tropezando algunas
cosas de la cocina.
¾
¿Ta bien? —Pregunta el Sr.
preocupado.
¾
No, tengo malestar en el cuerpo,
me duele la cabeza, –le responde la Sra.
tocándose la frente, — Me tomare un guarapo de manojillo, pa que se me pase.
¾
Ta bueno, — Contesta el Sr. Pablo.
¾
Hoy me quedo, pa arreglar el patio
de la casa.
A
pesar de la presión, tención y estrés en el ambiente, la familia seguía en sus
actividades comunes, los muchachos se compartieron las tareas, cortar el monte
del patio, arreglar la casa de las gallinas, la señora intentaba desgranar
maíz, las niñas dormían y el Sr. Pablo suministra alimentos a los cochinos,
como no le alcanzaba para el siguiente
día, con renuencia decide ir al pueblo, dejando a hijo Domingo a cargo, como la
Señora Petra sentía con malestar y síntomas de náuseas, solicitó pomadas, hierbas medicinales entre otros víveres. Domingo antes de que el almuerzo se presente
decide ir por un trozo de torta de plátano que se había guardado el día
anterior, pero no lo encontró.
¾
¿Quien se
comió mi torta?, — Pregunta a uno de sus hermanos con una inexplicable rabia en su voz.
¾
¡Fue
Juan!, —
Responde Pablo Jr. Soltando el vaso de agua que estaba bebiendo, —Le dije que era suyo pero
no le importo.
El muchacho como un toro va en busca del
culpable, este se encontraba barriendo el patio, sin esperarlo un golpe lo
sacudió al suelo, aturdido gira y distingue a su hermano Domingo.
¾
¡Se ha
comido mi torta!, — Acusa Domingo a gritos
frenético.
Las niñas inmediatamente fueron en busca de su
madre que estaba lavando los platos en el fregadero al lado de la cocina.
¾
¿¡Qué
carajo le pasa!? —Contesto levantándose rápidamente, —¿¡está loco!?.
Encolerizado y casi sin pensarlo, Juan le
empuja ferozmente, el otro también lo hace, el hermano mayor esquiva dos revés,
quedando el joven Juan mal parado, causando que Domingo le lance un puñetazo en
la nariz, este se retrocede rozándolo.
¾
¡Muchacho!
—Brama la
madre que llega en ese momento, —¡NO!, ¡son hermanos!, — Les dice alterada y sintiendo unos escalofríos que pasan gélidamente por
su espalda.
Los
muchachos se daban golpes tan fuertes que sus ojos rojos parecían explotar, sus
facciones reflejaban odio, lanzándose un manotazo tras otro, sin medir su
potencia o consecuencia, la Señora Petra toma la mano del más alto, cruzándose
en el camino de un bofetón por parte de Domingo, esto hizo que ambos reaccionaran separándose.
¾
¡¿Mama está bien!? —Inquiere Domingo
asustado por lo que había hecho.
La Señora por la impotencia,
sumada a la angustia y el dolor de su migraña se puso a llorar corriendo a su
habitación.
¾
¿¡Dios porque!? —Arrodillada en la esquina de
su cama, —¿Qué pasa en esta casa? agarrándose la cabeza con las
dos manos elevándolas al cielo.
Domingo y Juan estaban
afuera sin atreverse a entrar, las niñas observando todo solo se reían con
malicia.
¾
Voy a decirlo a mi pa.., — Habla la más pequeña
Titani.
¾
Les van a echar cuero,
—Dice la otra para asustarlo más.
¾
¡Cayese! —Grito Domingo, quien por fin
se atreve a entrar a su casa y en la habitación de su madre la mira
avergonzado.
¾
¿Qué quiere?
¾
¡Ma…, ma perdón! —Tratando de agarrarla pero ella lo sacude, —Ma…, por favor, —El no sabía cómo
continuar, estaba aterrado debido a que nunca había pasado algo parecido antes.
Golpear a su mama era
impensable ni siquiera por accidente, los chicos esperaron el retorno de su
padre estando allí le contaron lo ocurrido, el Sr. Pablo comenzaba a elevarse su
temperatura, el enojo que provenía de su estomago le hacía pensar en todo tipo
de pensamientos malignos, se asusto así mismo, así que se controlo, tenía claro
lo que pasaba no era normal, los muchachos temerosos de lo que podrían recibir,
se escondieron en el patio, lejos de la
vista de su padre, por otro lado el Señor Pablo luego de que su esposa se
sintiese mejor le insiste en sentarse con él en la sala.
¾
Lo que ocurre no es normal…, —Establece
tomando la mano de su mujer, —Mi vieja las señales son claras.
¾
¿A qué se refiere?
¾
Tenemos una bruja, —Informa con toda la
calma que le es posible aguantar.
¾
¿¡Cómo!? Caray eso es posible aquí, — Con una incertidumbre
nociva te agarra el pecho.
¾
¡Se quien es! —Oprime nuevamente su mano, mirándola, —Creo que es la Sr. Juana.
¾
¡Esa Mujer!
De alguna manera ella lo
sabía, su comportamiento, la forma en que rodeaba a su familia y el asecho a su
marido por años.
¾
Cuando fui al pueblo, escuche que la vieja Juana no ha salido
de su casa en varios días, el Sr. Manuel me preguntó, si sabía de ella, ya que
desapareció después de haber venido aquí.
La
Señora Petras sentía un impulso de ir a su casa y tirarle piedras, pero lo
descarta, viendo a su esposo sereno, confía en que él arreglaría esto.
Capítulo III
ATRAPAR A LA BRUJA
La
oscura noche arropa la casa, aunque las estrellas alumbran con todo su
esplendor, el estrés y el insomnio agotaban a la familia, los muchachos en sus habitación,
sin querer dormir por sus pesadillas, la Señora Petra en cama con una
insoportable Migraña que aturdían sus nervios, el malestar era tan fuerte como
taladros en su cabeza, el Sr. Pablo que estaba a su lado le dice;
¾
Vieja valla pa la sala, — Ella sentía
tanto dolor que apenas logro entender lo que su marido le sugería.
¾
¡Vieja¡ a la sala, —Repite su
esposo, —No se preocupe yo me encargo, tranquilizándola —¡Esto termina hoy carajo¡
— Se dice así mismo, con convicción.
¾
¡Ha! Si ta bien, —Encaminándose al
mueble de la esquina.
Los
muchachos se percataron de las acciones de su padre, con curiosidad e inquietud
le preguntan el motivo de lo que hacía, pero su respuesta fue una mirada
iracunda, evidentemente por su comportamiento, procede a encerrar a sus niñas
en su habitación con órdenes de no salir hasta que él lo autorice, el Señor se
quita su vestimenta, se acuesta en su cama desnudo, con la ropa interior en
mano esperando al ser que perturbaba su hogar, la noche seguía su curso hasta
que un golpe seco sonó en el techo, consecutivo a una variedad de arañazos, correteos
seguido de más arañazos, el sonido era ensordecedor e irritante incrementando una
fricción de garras, con tanta fuerza que parecía rasgar el techo de la casa.
El
señor Pablo en alerta se dirige a la sala, los muchachos podrían seguirlo pero
estaban tan asustados que no se movieron, uno cerraba sus ojos negando que algo
pasara, el otro con una almohada en la cabeza intentando no ver ni escuchar
ningún sonido y el mayor realizaba oraciones algo extrañas por la falta de
costumbre, cuidando además a las niñas que gracias a un té están dormidas, la
Señora por su parte se comía las uñas por los nervios, observaba su marido
murmurando palabras que por estar en el cuarto no llega a oír, sus rezos
alborotaban al pajarraco, a donde se dirigiera los violentos ruidos parecía seguirlo,
de pronto se tranquilizó, rápidamente el Señor Pablo salió de la casa, el ave se abalanzo
hacia él, como para herirlo pero se adelanto tomando un tronco que tenía en el
suelo, lo abanico derrumbándose, el maligno pájaro era de plumaje negro pero poseía reflejos azulados y púrpuras, sus tamaño era inusual, con un pico ligeramente amplio, alargado, algo deforme, cola
relativamente suelta, sus iris eran rojos y cuello grueso,
se retorcía en la tierra tratando de volar pero no lograba por las heridas, lo
cubrió con una cobija colocándole en un canasto, la Señora Petra inmediatamente
se le quito la migraña, furiosa salé de la casa, quería ver a la criatura que
la había atormentado todas esas noches, con un cuchillo que tomo de la cocina antes de salir quería cortarle el
cuello.
¾
¡NO!, —Grito el Señor Pablo para
luego informar; —Si muere, la persona que la invoco también.
Pero
su ira aumentaba cada vez que recordaba los días pasados, los tormentos por lo
que pasó con sus hijos y como una tigra que lastima a sus crías deseaba acabar
con su enemigo, en cambio el Sr. Pablo solo quería darle una lección, que
supiera que no se metía con ningún ignorante, por lo tanto amarro la ave y lo
encerró en uno de los portes que utiliza para acumular agua cuando llueve, al día
siguiente se lo llevo al conuco y lo sujeto a un árbol seco, la monstruosa ave
con movimientos leves trataba de picotearle, pero sin éxito gracias a su
debilidad, entre tanto en la casa González existía un contexto nuevo, se
respiraba armonía, tranquilidad, así pasan un par de días y todos se encuentras
en sus actividades días, los muchachos en labores, las niñas risueñas con sus
juegos y como todas las mañanas luego de que su esposo se retira al campo, la
Señora Petra barre su entrada, en eso, una mujer joven vecina de la casa a un
kilometro de allí, vereda en dirección hacia la familia Gonzales.
¾
Buenas Señora Petra,
—Saluda la muchacha que baja la vereda obligatoria para llegar a su
propio.
¾
Buenas mija, — Responde la
cortesía, — ¿Cómo le va?
¾
Bien gracias a Dios, —La joven de
nombre María se detiene, la muchacha despega sus labios una vez más para decir
algo pero se atiene un poco.
¾
¿Pasa algo muchacha?
¾
Me permitiría pasar por su patio
Seño Petra…, necesito cortar camino pa mi hogar.
¾
Claro…, pase, —Le responde
abriendo su cercado de madera.
¾
Muchas gracias…, usualmente
seguiría de largo, pero mi madre es solicitada para oficializar el velorio y
voy a buscarla.
¾
¡Señor nuestro!…, —Clama
sorprendida y persignándose al mismo tiempo.
¾
¿No se enteró? — Inquiere la joven a la Señora que le responde con un gesto negativo, — Claro que no,
nuestras casas son lejanas una de otra…, pues le digo…, ¡La
seño Juana se Murió! —Apretando sus labios seguidamente de un suspiro
¾
¡Muerta! ¿Cómo pasó? —Pregunta con interés.
¾
No se sabe, su hermana llego una
mañana y por más que intentaron despertarla no lo pudo hacer, incluso el doctor
fue pero nadita de nada y como no respiraba y su corazón no latía la declararon
muerta.
La Señora Petra cada vez más intrigada,
pensativa pero sin dejar de prestar atención
¾
Bueno que en paz descanse, —Haciendo
la señal de la cruz, —La estarán velando en su casa, ¿Usted va?.
¾
Le diré a pablo pa ve si vamos un
rato, —Diciéndolo por cortesía
¾
Bueno me voy, saludos.
Al
llegar su esposo a la casa su señora le explica lo comentado por la vecina, esto
le confirma la clase de sortilegio utilizaba, que la mujer no pueda despertar
quería decir que su alma no estaba en su cuerpo y que este salió en forma de
ave, la tarde transcurre con normalidad como si la sombra que había azotado su
hogar desapareció, llegando el anochecer el Señor Pablo junto con su hijo
Domingo deciden ir al conuco, con machete en mano llegan justo antes de la
medianoche al árbol donde ataron al ave, la misma estaba haciendo tumbos pero
seguía débil.
¾
Que dios guie mi mano, — El señor
pablo sin contemplación le corta el pico, hiso un ruido tan fuerte y atronador
que el muchacho asustado casi se desmaya, el ave se contorsionaba de una manera
atroz, de pronto salió volando y desapareció en la sombra de la noche.
Capítulo IV
EL VELORIO
En un acto
privado a las 7:00 de la noche, se ejecuta un velorio en la casa de una mujer
que ha fallecido, sus familiares y amigos cercanos lloran la repentina perdida
de su pariente, todos se congregaron en la sala de la casa para el respectivo
servicio, aunque esta no era pequeña y las ventanas eran muy ventiladas, el
cumulo de personas aumentaba el calor que de por si en una tierra caliente como
Barlovento se vive. Los presente seguían a la Señora Ana quien antecedía las
oraciones, el tiempo
iba trascurriendo y los más cercanos al féretro escuchaban un ligero golpeteo.
¾
¿Qué
es eso? —Susurro
Matilde hija de Carmen Tía de la difunta.
¾
¿Qué
cosa mija? —Replica
Carmen.
¾
¡Un
golpe maa¡ —
Hablando sigilosamente.
Pero con el murmullo y cuchicheo de las
oraciones se entremezclaban los sonidos.
¾
¡Que¡
, —chuuuss.., mandado a callar a su hija, —respete, — hablando entre dientes.
Entre
tanto Ana con su rosario en mano, prosigue el ritual luego de una mirada sebera
a la niña, con sus dedos toma las tres siguientes cuencas indicándole a su
propia persona que oración realizar, termina un Ave María, para luego recitar un Gloria antes de la siguiente cuenca grande, las
personas de la parte dorsal del féretro, también llegaron a escuchar algo,
aunque no precisaban nada ni de dónde provenía, así que era más fácil ignorar
lo que podría ser cualquier otra cosa, así mismo avanza el acto fúnebre, pero antes de concluir el
quinto misterio del Rosario y finalizar con un Salve Reina, —¡Pass¡ — Se escucha un sonido
levemente más fuerte que el anterior.
¾
¿¡Que es eso!? — Brama Matilde después de otro ruido, agitada
y asustada salta para ubicarse sobre la silla. —Ma…, sácame de aquí…, quiero
salir…, —Emite en una tonalidad más alta.
Todos la ven como si
estuviera perturbada, murmurando negativamente su comportamiento, en especial
expeliendo algunas críticas a la madre que no controla a su hija.
¾
¿Qué pasó? —Decían los de la fila de atrás.
¾
¿Qué ocurre? — Algunos otros de al lado preguntaron.
Carmen se le enrojeció los cachetes y las
arrugas de su rostro se amplificaron al fruncir el seño, todo por una imprudente hija.
¾
¡¡Siéntate!!
—Con un tono duro y entre dientes, le jala el brazo
obligándola a sentarse.
¾
Maaa…,
—
Dice la chica
adolorida pero inquieta, arrugando su cara y acariciándose el brazo.
El ritual transcurre nuevamente, de
pronto —¡¡Pan!! – Un
golpe más fuerte retumba, la mayoría se acalla, un golpe seco se pronuncia,
muchos de los que estaban adelante se levantan, los de atrás tratan de saber
que ocurre, en ese instante repentinamente el féretro se mueve de un lado a
otro, golpes y alaridos se escucha provenientes del ataúd como si alguien quisiera salir, un
grito ahogado salé de la jovencita Matilde, — ¡¡La muerta!!..,, — Retrocede desesperada,
tomando la mano de su madre y cayendo encima de las sillas hasta llegar al
suelo, la curiosidad de las personas en la puerta, estorbaban a los del frente que
comenzaron a empujar para salir.
¾
¡¡La
muerta!! —Grita
con fuerza —¡¡La muerta!! — Con vos de alarma, — ¡¡Ta viva!!
Con el bamboleo, el ataúd se cayó de lado,
fragmentando el vidrio del cajón, esparciendo algunos alrededor.
¾
¡¡Pass!!
—
Una mano con un
guante blanco emergió, luego ambos brazos y después lentamente el cuerpo de la
Sra. Juana.
La muchedumbre entro en pánico, personas corriendo de un
lado a otro, gritando, cayendo al suelo, pasando por encima de los asientos y
de otros, tropezándose entre sí, hombres, mujeres con sus niños en brazos, desesperados, lastimándose, buscando una
salida, partieron objetos, ventanas, arrancaron la puerta, era ejemplo vivo de
la calidad humana por la sobrevivencia individual, por su parte la señora Juana
se encontraba desorientada y confundida.
¾
¡Haaa¡ — Grita con desesperación al salir del ataúd, rasgando su
vestido, manos brazos y antebrazos por los vidrios que aun continuaban en el
féretro.
Su corazón latía
enloquecidamente, totalmente
aterrorizada y de forma descontrolada, sacude los residuo de astillas y
cristales en lo que estaba cubierta, intenta colocarse de pie pero sin éxito, tiene
dificultad para respirar, trataba de sostenerse de algo o alguien, hasta que sus manos tomaron el tobillo a su
hermana menor, quien gracias a eso después de estar inconsciente recobra el
sentido,.
¾
¡Carmencita…,¡ — Clama la señora
Juana con dificultad, — ¡Ayúdame¡
La mira fijamente
por un segundo la mujer tenía toda la boca ensangrentada, era como si le
hubiesen arrancado los dientes.
¾
¡Haaa¡…, —Brama con terror y angustia en su voz —¡Nooo!, ¡Suéltame
espanto! —Pateándola con furia y zafándose de ella.
Logro
levantarse, pero por problemas con la pierna se tambaleaba, sacudiéndose,
dirigiéndose a la salida actuando erráticamente y sin control de si, continuaba
dando alaridos mientras la sangre le corría por la boca, al bajar la mirada se
ve un vestido enrojecido por ese liquido vital, se topa con una vecina que se
escondía en un rincón en posición fetal y al verla se desmaya, la Sra. Juana
sentía que estaba en una montaña rusa, no podía creer lo que estaba pasando,
pudo encontrar lo que antes estaba buscando una salida, arrastrándose por las
paredes esquivando los obstáculos, salió de la casa pero al ver algunos vecinos
horrorizados por su presencia salió corriendo para el monte y desapareció en la
maleza. Los comentarios y chismes invadieron el pueblo por semanas,
los eventos ocurridos de personas que salieron heridas, lesionadas y
traumatizadas se esparció por los alrededores, la Sra. Juana y su familia
posaron a ser protagonista de todo tipos de comentarios y chismes
maliciosos, ella fue conocida como la muerta que camina, y muchas personas del
pueblo la evitaban. Los días pasaron y las autoridades locales
dieron una explicación
evasiva de los hechos ocurridos, expusieron que la Sra. Juana estaba viva
cuando la velaron, debido a una enfermedad
llamada Catalepsia que es un estado biológico en el cual la persona yace inmóvil, en aparente
muerte y sin signos vitales, que
para la época los aparatos sofisticados que detectan esta deficiencia no estaba
disponible. La familia Gonzales fue la única quienes realmente
sabían lo sucedido y las intensiones de dicha señora para actuar, después
de un tiempo de los acontecimientos casi olvidados la Sra. Juana se fue del
pueblo y no regreso mas, pero algunas reuniones después de cenar, algunas
familias de un pueblo a otro cuentan historias sobre la muerta viva.
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